Imposible no
sentirme mal por el abandono de esta serie que, en los últimos años y luego de
una inundación que afectó mi biblioteca en Noviembre de 2012, he venido
sosteniendo con regularidad. Como bien saben los seguidores de esta página de
FB.
Y serie que además
disfruto, como lector obseso que soy. Y que a la vez me produce culpa cuando
compruebo, como en estos días, que desde Febrero pasado no he posteado nada y
lo lamento mucho. No es que deba disculparme con nadie en particular, pues ni
sé quiénes han venido siguiendo estos apuntes de lector, pero siento que a
quien lea esto debo dirigirle estas palabras. Que escribo como una íntima confesión,
porque este abandono temporal se debió al trajín de los últimos meses: el
periodismo político, viajes y conferencias, una intensa labor docente en
nuestra Fundación y una modesta pero absorbente campaña como precandidato a una
diputación nacional por vía electoral. Y todo ello, sin dejar de escribir y
atendiendo múltiples obligaciones editoriales, ferias de libros y congresos y
foros universitarios.
Ahora podría
decir que nada de eso está cancelado. Y no lo está. Pero por suerte para mí, y
para goce de mi espíritu, lo único seguro y constante en toda mi vida ha sido y
es la literatura –la creación y la lectura– y el no haberme rendido jamás ante
los poderosos y los ricos, y sus ridículas tentaciones.


* Sigo con otra
joya, ésta de Ana María Shúa, nuestra gran narradora que parece haber
encontrado, piano pianito, su mejor voz: la del cuento breve y brevísimo. Con
maestría, profundidad de ideas y un humor fenomenal, Ani escribe como quien
goza, y goza mucho. Desde "La sueñera", "Casa de geishas",
"Botánica del caos", "Fenómenos de circo" y su recién
reeditado "Temporada de fantasmas", es como si sólo pudiera crecer su
alhajero.

* Leí también,
este invierno que pasó, una impresionante novela de no ficción, "Monte Madre",
del santafesino Jorge Miceli. Se trata de la narración novelada de una historia
conmovedora, la epopeya se diría, de una pareja (Irmina y Remo) que fue
perseguida durante un par de años por los montes del Chaco profundo, cuando en
los años 70 todavía los bosques vírgenes de mi tierra no sufrían el embate criminal
de la sojería contemporána.
La notable tensión narrativa que
logra Miceli (residente en Reconquista, en el norte de la provincia de Santa
Fe) resulta por momentos alucinante. Perseguidos por el ejército y la policía
en aquellos tiempos de horror, los dos jóvenes militantes campesinos, sobrevivieron
dramáticamente a las persecusiones y el asedio, condenados a sufrir hambre y
sed, y encima dando a luz a una niña y un niño en medio de cañaverales y abras
en la selva, y en condiciones incalificables.
El texto es seco y duro, invita a reflexionar
sobre nuestro pasado reciente, y emociona y enternece porque, sobre todo, es
una novela de amor. Y con final feliz, pues la pareja, con varios hijos más y ya
hoy abuelos, sigue viviendo en su pueblo de chacareros, en una granja ecológica.
(Edición de autor, que se reimprime cada tanto de a tres mil ejemplares).
* Y ya que
estoy como retenido, impactado por la siempre poderosa literatura que desde
siempre se escribe en Santa Fe, leo con fuerte impresión los cuentos de María
Angélica Scotti, ordenados en un precioso voluman titulado "Juglar".
Con una prosa transparente que ya antes he elogiado, y rica imaginación de
fabulador, sus historias combinan lo urbano con lo rural, lo culto con la
rusticidad gringa, el rigor intelectual con una especie de escritura meditativa
que avanza mostrando, como casualmente.
De Scotti yo conocía sus novelas
"Buenos augurios", de los años 80, y "Diario de ilusiones y
naufragios", de los 90, en los que se prefiguraban tonos y paisajes que
ahora, en estos cuentos, parecen encontrar cauces más maduros, más firmes. Un
libro notable, de los buenos que se producen en esa vasta Argentina que los porteños
suelen llamar, con aire de superioridad, "interior". (Alción
editora).

Me estoy refiriendo, claro, a un libro estupendo y original: "Juan José Saer. Una forma más real que la del mundo". Un volumen en el que se recogen conversaciones de y con el imprescindible "Turco" Saer, compiladas por Martín Prieto y todas concurrentes a develar la intimidad creativa de uno de los más originales narradores que dio nuestro país. Libro para académicos, sin dudas, pero también y yo diría que sobre todo para quienes se deleitaron y deleitan todavía con una obra tan sutil, profunda y exigente como la de ese natural de Serodino que acabó dando cátedra en París. (Mansalva).
Espero repetir
pronto estos lecturarios, pues he leído muchísimo últimamente (como siempre, en
realidad) y tengo apuntes, glosas y disfrutes para compartir. Lo que no tengo
es tiempo, pero a ver si me lo invento! @
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