* En la pasada Feria de
Guadalajara la antigua y renovada editorial chilena Zig-Zag me invitó a presentar
su flamante edición de las Obras Completas de María Luisa Bombal (1910-1980). Un
libro impresionante, en tapas duras y de cuidadísima edición, con un
extraordinario trabajo introductorio de Lucía Guerra, académica chilena de la
Universidad de California-Irvine.
La lectura de las dos novelas de Bombal —que recomiendo
enfáticamente— es una delicia y un fabuloso aprendizaje.
Yo conocía "La amortajada" (1938) publicada en
Argentina hace muchísimo años por el Grupo Sur y que estaba en la biblioteca de
mi madre. Pero no había leído su novela anterior, "La última niebla"
(1934), que me parece ahora una joya, un libro precursor del surrealismo latinoamericano
y además una obra maestra de lo que yo llamaría un fino feminismo precursor.
Escrita en la pacata ciudad de Santiago de los años 30 por una muchacha que se
atrevía a una historia de celos y adulterios, con escenas eróticas
completamente inesperadas para la época, hoy llama la atención por eso pero
también por la impactante vigencia de este texto. El erotismo allí, por cierto,
es tan sutil y delicado como sugerente y explícito a la vez. Sé que suena casi
a oxímoron, pero es así, compruébenlo leyendo este libro hermoso y conmovedor,
texto poético narrativo que hace 80 años fue considerado de vanguardia por la
crítica académica y el periodismo literario, que aclamó a MLB como la
"primera escritora latinoamericana que se atreve a describir el acto
sexual", en palabras de Lucía Guerra.
Más surreal aún es la otra novela, "La
amortajada", que yo recordaba vagamente y ahora disfruté por la
originalidad de su planteo: una mujer que ha muerto, ya en el cajón en que la
están velando, "mira" a cada uno de los deudos que vienen a
despedirla y evoca entonces sus amores y pasiones, fragmentos de sus vidas y de
la suya, y todo, claro, con una sinceridad como sólo la muerte ha de permitir. Novela
impresionante, llena de hallazgos, fascinó a su generación y la siguiente, al
punto que el enorme Carlos Fuentes dijo de María Luisa Bombal que "es la madre
de todos los escritores contemporáneos de nuestro continente".
Su obra, desde ya, no merece el olvido en que parece
estar y por eso este rescate es tan saludable. Elogiada por Borges, Girondo,
Victoria Ocampo, Rulfo y tantos más, la obra relativamente escueta de esta
fascinante escritora chilena que vivió muchos años en Buenos Aires, donde se
hizo de un nombre y logró respeto literario antes de trasladarse a vivir en
Nueva York, se completa con algunos cuentos y con diversas crónicas y otros
escritos, entre ellos una notable entrevista a Sherwood Anderson y su discurso
ante la Academia Chilena de la Lengua.
El libro se cierra, y acaso es lo que mejor la retrata, con
un testimonio autobiográfico y una selección de cartas que la muestran apasionada,
intensa, en carne viva y prefigurando su vida, incluído el frustrado asesinato
de su amante Eulogio Sánchez, a quien le disparó tres balazos en la puerta de
su casa en Santiago, y también sus intentos de suicidio. Es un libro
fascinante, especie de puerta de oro a una vida trágica y a una obra
excepcional.
* Otra sorpresa preciosa que
viví en estos meses fue en Bogotá, y como miembro del Jurado del Premio Hispanoamericano
de Cuento Gabriel García Márquez, dotado de 100.000 dólares al mejor libro de
cuentos publicado en el mundo de habla castellana durante el año anterior.
Junto con mis colegas el salvadoreño Horacio Castellanos
Moya, la española Cristina Fernández Cubas, el mexicano Ignacio Padilla y el
colombiano Antonio Caballero, por mayoría decidimos otorgar este primer
galardón a Guillermo Martínez (Bahía Blanca, 1962) por su libro "Una felicidad
repulsiva", libro que yo había leído anteriormente y que incluso comenté
en un Lecturario. Los otros cuatro finalistas, también autores de libros
valiosos, estuvieron presentes en la ceremonia invitados por el Ministerio de
Cultura de Colombia, que compró 1.500 ejemplares de cada uno de esos cuatro libros
para distribuirlos en bibliotecas de todo el país. Esos finalistas y libros
fueron:
-Oscar Sipán (Huesca, España, 1974). "Quisiera tener
la voz de Leonard Cohen para pedirte que te marcharas" (Editorial Base).
Un libro delicioso y originalísimo en el manejo de metatextos, que en mi
opinión fue el otro gran finalista.
-Héctor Manjarrez (México, 1945). "Anoche dormí en
la montaña" (Ediciones Era). Un libro sólido, provocador y agudo, rico en
imágenes, sexo y lenguaje directo que muestra en plenitud a un consagrado
maestro del cuento mexicano, además viajero experimentado y astuto.
-Alejandro Zambra (Santiago, Chile, 1975). "Mis
documentos" (Anagrama). Otro libro notable, con cuentos que narran un
mundo que parece girar en torno a una nada existencial típica de burguesía
capitalina. Episodios amorosos, familiares y viajes en un marco tecnológico
contemporáneo.
-Carolina Bruck (La Plata, Argentina, 1974). "Las
otras" (Adriana Hidalgo). Cuentos bien elaborados, ingeniosos y plasmados
en una escritura ambiciosa, que parecen resultado de virtuosos talleres
literarios, narrados desde una primera persona típicamente argentina.
El trabajo valió la pena y resultó gratificante por el
buen nivel de los debates con los colegas. Y cabe decir también que hubo otros
10 semifinalistas de diversas procedencias, que me hacen pensar que este género
que tanto amo sigue vivo y renovándose, al menos en nuestra lengua. En ése y
varios otros sentidos, las de Bogotá fueron para mí jornadas estupendas, que aproveché
para releer también a GGM, el enorme maestro colombiano. ¡Qué bárbaro! Sé que
estoy en la edad de las relecturas y por eso encontrarme en Colombia con
"La mala hora" cuarenta años después fue un regalo, una gozada. Me
volvió a volver loco, si me permiten la redundancia.
* Y ya que de viajes se
trata este Lecturario, y dado que se me mezclan las lecturas, no quiero dejar
pasar el "Pancho Villa" de Pedro Ángel Palou, que él mismo me
obsequió en Guadalajara. Me lo devoré en el vuelo de regreso y quiero
recomendarlo porque es una genial reconstrucción textual de Villa a partir de
su ficcionalizada voz en primera persona. El libro se titula "No me dejen
morir así. Recuerdos póstumos de Pancho Villa", lo publicó Planeta en
México y es una especie de autobiografía novelada y en primera persona del
indomable revolucionario mexicano que protagonizó los primeros veinte años del
siglo pasado.
Para quienes conocemos la historia de la Revolución Mexicana
(yo leí muchísimos libros sobre esa gesta y escribí una versión para jóvenes
por encargo de la vieja Editorial Códex, antes de exiliarme), el personaje es obviamente
familiar. Pero para quienes sólo tienen vagas ideas sobre Villa, este texto de Palou
resultará maravilloso. La impresionante voz narrativa que ha creado sigue las
andanzas de quien fuera llamado El Centauro del Norte, y lo hace como si estuviera
conversando con el lector. Similar estrategia narrativa a la que ensayó hace años
nuestro Félix Luna en uno de sus mejores libros: "Soy Roca" (publicado
por Planeta Argentina en los años 90).
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