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domingo, 28 de diciembre de 2014

Lecturario # 32 - Bombal, Premio García Márquez, Pancho Villa-Palou

* En la pasada Feria de Guadalajara la antigua y renovada editorial chilena Zig-Zag me invitó a presentar su flamante edición de las Obras Completas de María Luisa Bombal (1910-1980). Un libro impresionante, en tapas duras y de cuidadísima edición, con un extraordinario trabajo introductorio de Lucía Guerra, académica chilena de la Universidad de California-Irvine.
            La lectura de las dos novelas de Bombal —que recomiendo enfáticamente— es una delicia y un fabuloso aprendizaje.
            Yo conocía "La amortajada" (1938) publicada en Argentina hace muchísimo años por el Grupo Sur y que estaba en la biblioteca de mi madre. Pero no había leído su novela anterior, "La última niebla" (1934), que me parece ahora una joya, un libro precursor del surrealismo latinoamericano y además una obra maestra de lo que yo llamaría un fino feminismo precursor. Escrita en la pacata ciudad de Santiago de los años 30 por una muchacha que se atrevía a una historia de celos y adulterios, con escenas eróticas completamente inesperadas para la época, hoy llama la atención por eso pero también por la impactante vigencia de este texto. El erotismo allí, por cierto, es tan sutil y delicado como sugerente y explícito a la vez. Sé que suena casi a oxímoron, pero es así, compruébenlo leyendo este libro hermoso y conmovedor, texto poético narrativo que hace 80 años fue considerado de vanguardia por la crítica académica y el periodismo literario, que aclamó a MLB como la "primera escritora latinoamericana que se atreve a describir el acto sexual", en palabras de Lucía Guerra.
            Más surreal aún es la otra novela, "La amortajada", que yo recordaba vagamente y ahora disfruté por la originalidad de su planteo: una mujer que ha muerto, ya en el cajón en que la están velando, "mira" a cada uno de los deudos que vienen a despedirla y evoca entonces sus amores y pasiones, fragmentos de sus vidas y de la suya, y todo, claro, con una sinceridad como sólo la muerte ha de permitir. Novela impresionante, llena de hallazgos, fascinó a su generación y la siguiente, al punto que el enorme Carlos Fuentes dijo de María Luisa Bombal que "es la madre de todos los escritores contemporáneos de nuestro continente".
            Su obra, desde ya, no merece el olvido en que parece estar y por eso este rescate es tan saludable. Elogiada por Borges, Girondo, Victoria Ocampo, Rulfo y tantos más, la obra relativamente escueta de esta fascinante escritora chilena que vivió muchos años en Buenos Aires, donde se hizo de un nombre y logró respeto literario antes de trasladarse a vivir en Nueva York, se completa con algunos cuentos y con diversas crónicas y otros escritos, entre ellos una notable entrevista a Sherwood Anderson y su discurso ante la Academia Chilena de la Lengua.
            El libro se cierra, y acaso es lo que mejor la retrata, con un testimonio autobiográfico y una selección de cartas que la muestran apasionada, intensa, en carne viva y prefigurando su vida, incluído el frustrado asesinato de su amante Eulogio Sánchez, a quien le disparó tres balazos en la puerta de su casa en Santiago, y también sus intentos de suicidio. Es un libro fascinante, especie de puerta de oro a una vida trágica y a una obra excepcional.
           
* Otra sorpresa preciosa que viví en estos meses fue en Bogotá, y como miembro del Jurado del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, dotado de 100.000 dólares al mejor libro de cuentos publicado en el mundo de habla castellana durante el año anterior.
            Junto con mis colegas el salvadoreño Horacio Castellanos Moya, la española Cristina Fernández Cubas, el mexicano Ignacio Padilla y el colombiano Antonio Caballero, por mayoría decidimos otorgar este primer galardón a Guillermo Martínez (Bahía Blanca, 1962) por su libro "Una felicidad repulsiva", libro que yo había leído anteriormente y que incluso comenté en un Lecturario. Los otros cuatro finalistas, también autores de libros valiosos, estuvieron presentes en la ceremonia invitados por el Ministerio de Cultura de Colombia, que compró 1.500 ejemplares de cada uno de esos cuatro libros para distribuirlos en bibliotecas de todo el país. Esos finalistas y libros fueron:
            -Oscar Sipán (Huesca, España, 1974). "Quisiera tener la voz de Leonard Cohen para pedirte que te marcharas" (Editorial Base). Un libro delicioso y originalísimo en el manejo de metatextos, que en mi opinión fue el otro gran finalista.
            -Héctor Manjarrez (México, 1945). "Anoche dormí en la montaña" (Ediciones Era). Un libro sólido, provocador y agudo, rico en imágenes, sexo y lenguaje directo que muestra en plenitud a un consagrado maestro del cuento mexicano, además viajero experimentado y astuto.
            -Alejandro Zambra (Santiago, Chile, 1975). "Mis documentos" (Anagrama). Otro libro notable, con cuentos que narran un mundo que parece girar en torno a una nada existencial típica de burguesía capitalina. Episodios amorosos, familiares y viajes en un marco tecnológico contemporáneo.
            -Carolina Bruck (La Plata, Argentina, 1974). "Las otras" (Adriana Hidalgo). Cuentos bien elaborados, ingeniosos y plasmados en una escritura ambiciosa, que parecen resultado de virtuosos talleres literarios, narrados desde una primera persona típicamente argentina.
            El trabajo valió la pena y resultó gratificante por el buen nivel de los debates con los colegas. Y cabe decir también que hubo otros 10 semifinalistas de diversas procedencias, que me hacen pensar que este género que tanto amo sigue vivo y renovándose, al menos en nuestra lengua. En ése y varios otros sentidos, las de Bogotá fueron para mí jornadas estupendas, que aproveché para releer también a GGM, el enorme maestro colombiano. ¡Qué bárbaro! Sé que estoy en la edad de las relecturas y por eso encontrarme en Colombia con "La mala hora" cuarenta años después fue un regalo, una gozada. Me volvió a volver loco, si me permiten la redundancia.

* Y ya que de viajes se trata este Lecturario, y dado que se me mezclan las lecturas, no quiero dejar pasar el "Pancho Villa" de Pedro Ángel Palou, que él mismo me obsequió en Guadalajara. Me lo devoré en el vuelo de regreso y quiero recomendarlo porque es una genial reconstrucción textual de Villa a partir de su ficcionalizada voz en primera persona. El libro se titula "No me dejen morir así. Recuerdos póstumos de Pancho Villa", lo publicó Planeta en México y es una especie de autobiografía novelada y en primera persona del indomable revolucionario mexicano que protagonizó los primeros veinte años del siglo pasado.
            Para quienes conocemos la historia de la Revolución Mexicana (yo leí muchísimos libros sobre esa gesta y escribí una versión para jóvenes por encargo de la vieja Editorial Códex, antes de exiliarme), el personaje es obviamente familiar. Pero para quienes sólo tienen vagas ideas sobre Villa, este texto de Palou resultará maravilloso. La impresionante voz narrativa que ha creado sigue las andanzas de quien fuera llamado El Centauro del Norte, y lo hace como si estuviera conversando con el lector. Similar estrategia narrativa a la que ensayó hace años nuestro Félix Luna en uno de sus mejores libros: "Soy Roca" (publicado por Planeta Argentina en los años 90). 


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