
Así es como se produce mucha escritura desdeñable. Y se
ignora aquello tan lúcido que dijo alguna vez Fernando Pessoa: "Ningún libro
para niños debe ser escrito para niños".
Y asimismo rechazo algunos de esos grandes libracos que
también están de moda, en los que hay un texto minúsculo, casi un no-texto y
muchísimas veces más bien tontín, con ilustraciones preciosas. Yo respeto lo
que cada creador quiera hacer, pero con la misma firmeza me resisto a
considerar que eso es Literatura. En todo caso, algunos de esos me parecen
libros para papás con dinero que pueden darse esos gustos, ellos, porque los
chicos —lo he comprobado más de una vez— los miran y siguen de largo.

"El petirilío" es una maravillosa obra
de teatro que fue estrenada en Córdoba en 1967 y que parece que no estaba
publicada en forma de libro, pero que ahora la notable editorial cordobesa
Comunicarte rescata, con estupendas ilustraciones de Rosa González.
Es un libro divertido, intenso y profundo, un texto lleno de
densidad y ocurrencia que sale completamente del común de este género. Un
texto, por cierto, que si ya no es un clásico estoy seguro de que va camino de
serlo. Hay sustancia en esta historia disparatada precisamente porque hay texto,
hay poética y hay música, fantasía, humor. O sea, todo lo que sí llega al alma
de los humanos. Incluyendo desde luego a los de poca edad.
* De Medellín traje, y leí
de a ratos, una estupenda revista-libro que me llena de nostalgias y emociones
porque es, aunque ellos no lo declaran, un homenaje a la revista mexicana
"El Cuento" y a mi vieja y argentina revista "Puro Cuento".
Ésta se llama "Odradek" y la hace y
edita un grupo de paisas notables encabezados por Elkin Restrepo, cuentista de
mi generación, empeñoso y tenaz, que lleva algo más de una década publicando
cuentos colombianos y de todo el mundo. A mí me obsequiaron un ejemplar de 2009
(con textos algo irregulares, de autores/as que yo no conocía); otro titulado
"22 cuentos colombianos" publicado en 2012 como edición especial por
el décimo aniversario de la revista y que incluye excelentes textos de
narradores que aprecio como Consuelo Triviño, Harold Kremer y Octavio Escobar
Giraldo. Y también "El pozo y el péndulo", flamante antología del
cuento colombiano editada en 2014 que incluye relatos de Manuel Mejía Vallejo,
Juan Diego Mejía y otros autores/as notables de la muy notable literatura reciente
de Colombia.
(Castor & Polux y Silaba
Ediciones).
• Por cierto, el colega
mexicano Alfonso Pedraza me envía un ejemplar de su compilación de
minificciones en homenaje a Don Edmundo Valadés, creador de la revista "El
Cuento". El título del libro, cuidado y precioso, es
"Minificcionistas de El cuento, Revista de Imaginación".
Editado por Ficticia Editorial para su biblioteca del
cuento contemporáneo, en este libro están muchos autores, casi un centenar, que
trajinaron —trajinamos, porque me incluyen con dos textos de
"Soñario"— las formas más breves del género, que era el preferido de
aquellos enormes microficcionistas que crearon "El Cuento" en México:
Don Edmundo, Juanito Rulfo y Augusto Tito Monterroso.
* Leí en un vuelo
"Argos el ciego", de Gesualdo Bufalino (1920-1996), un curioso y hace
unos años redescubierto escritor italiano del Siglo XX, y no sé qué decir... No
es una historia que me fascine, y quizás lo más llamativo sea su estilo de
presentación capitular para una especie de diario de un escritor autoconfinado en
un hotel. No está mal, pero la verdad es que me desconcertó. Sentí que había
perdido tiempo, por lo menos dos horas de una lectura en la que no pude
engancharme. ¿No les pasa a veces que leen un libro durante horas y luego se
preguntan si no hubiese sido mejor destinar ese tiempo a otra lectura? (Anagrama-Página/12).
* Ahora que la novela
policial dura vuelve a estar de moda (palabra maldita que, caramba, en este
texto aparece por segunda vez), tengo la fortuna de leer una novela ardua, pero
interesantísima: "La estrategia del pequinés", de Alexis Ravelo, un
joven narrador de las Islas Canarias a quien conocí en el reciente Festival
Córdoba Mata, al que ambos fuimos invitados.
Allí, durante un almuerzo, me obsequió este libro con una
dedicatoria enjundiosa, una alusión a la influencia recibida de mi "Luna
Caliente" y encima tratándome de "querido maestro". Confieso que
eso hizo que yo leyera esta novela con alguna reticencia. Que por fortuna se
disipó con las primeras 50 páginas, porque es una novela fascinante y
convincente con la que Ravelo obtuvo, y yo diría que mereció, el Premio
Dashiell Hammet 2014.
La trama es durísima y hace honor a la mejor tradición del
para mí muy familiar Género Negro. Hay allí algunos tipos delineados con
maestría, y una mujer inolvidable, Cora, que es de esos personajes que se te
quedan en la memoria para siempre. De veras, y eso no es algo muy frecuente en
este género.
Con tiros y muertos, mucha sangre, narcos y polis
corruptos, el texto no deja de moverse —a veces, es cierto, algo borroso de
tanta sangre— y te lleva de las narices y te deja sin respiro. Estupenda, recomendabilísima
novela. (Alrevés).
No hay comentarios:
Publicar un comentario