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miércoles, 9 de abril de 2014

En Estonia, Letonia y Finlandia

Esta semana la he pasado viajando por el Mar Báltico. Una maravilla para mí, que vengo de tierras tropicales, porque aquí es primavera y los hielos se derriten y todos los árboles empiezan a mostrar brotes y también floran los tulipanes en las plazas.
   Aunque llueve a diario y hace muchísimo frío, y la claridad dura poco, los paisajes son encantadores y he conocido —confesión hecha de mi absoluta ignorancia hasta ahora— dos de las ciudades más bellas del mundo. Tallin, la capital de Estonia, una ciudad medieval deliciosa, pequeña y limpia, con una carga cultural impactante. Y también Riga, capital de Letonia, aunque ésta un poco más ecléctica y más compleja puesto que es la ciudad más grande y populosa de la región.
   Las dos ciudades son patrimonio cultural de la humanidad, y están cuidadas como los tesoros que son y no se les toca ni un adoquín puesto que aquí no hay imbéciles munícipes con ansias pavimentadoras como tanto abundan, por desgracia, en Argentina
   No quiero aburrirlos, pero les sugiero consultar la Wikipedia. Se sorprenderán de la historia que se encierra aquí, de la extraordinaria cultura de estos pueblos y —sobre todo— se maravillarán de la infinita sobrevivencia de estos pueblos que desde los siglos XI y XII han sido invadidos y sometidos sucesivamente por daneses, suecos y holandeses, y alemanes y rusos durante todo el Siglo XX, y cuyas independencias fueron siempre pisoteadas y ofendidas. Y sin embargo aquí están ellos, humildes y orgullosos, menos de un millón y medio de estonios y poco más de dos millones de letones, emergiendo como nuevas naciones de la comunidad europea y con un bagaje cultural impresionante.
   He tenido el privilegio, y la inmensa fortuna, de ser invitado a estos países en los que el Castellano es exótico y toda la literatura latinoamericana que se conoce es algún texto de Borges y los cien años de García Márquez. El lunes a la tarde di una charla en la Universidad de Tallin ante una treintena de personas, la mayoría estudiantes y profesores de Literatura, y había allí dos argentinos (de los apenas cinco que, me dicen, hay en este país) que me resultaron tan conmovedores como Ruth, la joven estonia que es profesora de castellano y lo habla con precioso acento e inflexiones mexicanas porque su compañero es michoacano.
   Y ayer martes, en Riga, otra charla en la Universidad local —que aquí es gratuita, como en la Argentina— ante menos de cuarenta estudiantes y profes. Y entre ellos tres sorpresas: una mujer muy mayor que habló en un muy decente castellano de una emigración de letones a la Argentina hace noventa años, y un argentino y un cubano emocionados porque, dijeron, nunca antes había visitado esta casa un escritor latinoamericano.
   Anoche terminé en la Radio Nacional de Letonia (foto) y hoy miércoles vuelo a Helsinki, Finlandia, donde tengo actividades programadas para mañana y pasado. Supongo que viviré nuevas experiencias, pero no quería dejar de compartir estas impresiones.

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