
Un libro enorme éste de
Leonardo Padura, en todos los sentidos.
• Sigo leyendo la colección de Anagrama-Página/12. Ahora volví a Amélie Nothomb,
narradora francesa de la generación dizque joven. Nacida en 1967 en Japón,
vivió en un montón de países y es traductora y –hoy– la más renombrada
escritora de Francia. Muy bien todo eso, impresionante. Pero para mi gusto una
narradora más bien aburrida. Que me disculpen los editores, pero esa prosa un
tanto engolada en tramas evidentemente forzadas resultan demasiado para mí. Ya
conocía a esta autora por otra novela breve (“Cosmética del enemigo”) que en su
momento también fue presentada como el non
plus ultra de la literatura contemporánea. Y no. Para mí, al menos, no.
Aquél era un cuento largo con dos tipos que se encuentran en un aeropuerto
cuando uno de ellos pierde una conexión. El otro es un inquisidor atrevido, y
así transcurren las páginas, con un tono de absurdos y sobrentendidos. Un plomazo.
Bueno, y ahora esta segunda novela, “Diario
de golondrina”, recorre también terrenos del absurdo, de la perplejidad de los
personajes (y de quien lee) en torno a un sicario francés que mata por encargo
y reflexiona acerca de su oficio. Otra vez, en este caso, los excesos de los
editores prometen la gran obra del siglo, pero después te dan a leer lo que en
el mejor de los casos es una novela más o menos interesante. Y ésta lo es: una novelita
entretenida, menor en muchos sentidos de la palabra, pero que al menos se lee
velozmente. Y no deja de resultar gracioso que este killer francés por momentos
medita y piensa como un egresado de Filosofía de La Sorbona.
Llevaderas, sin duda, las novelas de Nothomb
tienen por lo menos el mérito de la brevedad. Lo que no sé es si leeré una
tercera novela de esta autora.
• Releí “El reino de este mundo”, de Alejo Carpentier (1904-1980), y eso
sí que fue una revancha. Una obra magistral, casi perfecta, que releo por lo
menos cada década y como para recordarme a mí mismo de qué hablamos cuando
hablamos de la gran literatura latinoamericana. Si no la leyeron todavía,
corran a buscarla: es una novela breve, ejemplar en su humanismo militante y en
su música interna. Un perfecto y delicado monumento del barroco latinoamericano
alrededor de la Independencia de Haití y la luminosidad del idioma, que
Carpentier dominó como pocos. Un clásico universal de nuestra lengua. Todo eso.
(Alianza Editorial).
• Las novelas de poetas, y si además se escriben con vocación críptica,
son para mí acobardantes, tremendos desafíos. Es lo que pienso mientras leo, “Chacana”,
novela de la poeta Ana Guillot. Saga familiar que homenajea de hecho al Cusco,
la ciudad mítica peruana, en ese ambiente maravilloso hay una historia de amor,
y hay la presencia decisiva de la autora en páginas que se leen como se lee un
poema arduo y complejo, una construcción experimental que demanda atención y
espíritu de riesgos. Demanda también tiempo, y una curiosidad y paciencia casi
orientales. (Editorial San Marcos, Perú).
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