El viernes pasado, en la
ciudad de Rosario, pronuncié una conferencia sobre "El derecho a
leer", invitado por la municipalidad rosarina, y en el marco de la
"Semana de la Lectura" que el gobierno local organiza cada año.

"La idea superior del Derecho a Leer como un nuevo derecho civil merecería —algún día, en alguna reforma— ser incorporado a las Constituciones Nacionales americanas. Porque leer, como algunos venimos postulando en nuestra América, es un derecho inherente a los pueblos, en tanto les provee y fortalece el concepto de libertad y les ayuda a convertirse en ciudadanos de la democracia. Entonces debe ser garantizado por la Constitución (...) Toda sociedad democrática necesita leer, aunque no lo sepa, y por lo tanto todo Estado debe garantizar que la lectura sea un bien común, y que ese derecho se ejerza con absoluta libertad (...) La lectura en voz alta, que vengo proponiendo como la más extraordinaria estrategia para generar el deseo de leer y estimular su práctica, se basa exclusivamente en despertar las ganas mediante la emulación de algo placentero y hermoso. Proponer que se lea en voz alta, y hacerlo, es uno de los actos más libres que pueden imaginarse, y nadie, ni los padres ni los maestros ni los niños están obligados a nada, en ningún momento."
"Por eso resulta asombroso ver que algunos funcionarios y docentes se oponen, libertarios y solemnes, a
que "se obligue" a leer a nuestros chicos... No hay tal. Y es una
pena que piensen así, porque en realidad no han comprendido la esencia de la
cuestión (...) Los que impugnan estas estrategias ignoran, en el fondo de sus
corazones, que el derecho a leer es un absoluto, porque no admite deberes
concomitantes; porque no tiene contraindicaciones y porque su ejercicio depende
exclusivamente de la voluntad de los individuos que ejercitan este derecho,
quienes no pueden hacer daño social alguno aunque se lo propongan (...)
"En el ejercicio del
derecho a leer, cuando un docente se para frente al aula y lee en voz alta, lo
que hace es "dar de leer". Dar de leer, digo, como quien da de comer
un alimento espiritual. Y desde ya que nadie está obligado a escuchar ni
atender. Ni siquiera la responsabilidad del docente puede ser considerada como
una "obligación", ya que esta estrategia forma parte del trayecto
lector que es inherente al proceso educativo de quien pretende ser mediador de
lectura (...) Parece mentira cómo algunas objeciones, a veces, además,
inmovilizan. Porque quienes cuestionan y condenan estas estrategias so pretexto
de la libertad, en realidad neutralizan pero sin proponer más estrategias
alternativas que los consabidos y trillados talleres de expresión y actividades
afines. Que está recontraprobado que pueden ser muy útiles y saludables, desde
ya, pero no necesariamente son formadores de lectores."
"Hoy en la escuela
pública argentina se lee todavía de manera bastante desorientada, esto es, se
lee un poco a tientas porque la lectura depende de la buena voluntad o la
experiencia lectora de cada maestro, cada director o cada bibliotecario, y eso
varía según las provincias o regiones. Los daños causados por el falso
federalismo menemista de los '90 no han cesado. E incluso en el ministerio
nacional hay sectores retardararios que, por ejemplo, ahora mismo pretenden
reimplantar lecturas obligatorias para luego imponer absurdas evaluaciones. Y
digo absurdas porque evaluar la lectura neutraliza el placer, limita la
libertad, genera resistencia y disminuye la comprensión (...) Estos educadores,
también a la moda, no comprenden ni saben que hay un saber académico insuflado
de modas educativas extranjeras que podrán ser válidas en otras culturas, pero
no acá. Porque acá está probado que, en materia de lectura escolar, evaluación
mata deseo y mata libertad."
"El camino hacia la capacitación lectora de la docencia argentina
sigue siendo arduo, y comprender el alcance del Derecho a Leer puede ayudarnos
a pavimentarlo. Quizás incluso recuperando parte de lo mejor de las viejas
concepciones educativas. Porque hubo una época en este país en que existían los "libros de
lectura" y en las escuelas había la "hora de lectura" en la que
se enseñaba a leer en voz alta y con reglas de corrección histriónica. De igual
modo que en la secundaria se estudiaban sucesivamente Biología, Zoología y
Anatomía, y se enseñaban Lógica y Filosofía, y había tres niveles de Castellano
y dos o tres de Literatura: Universal, Hispanoamericana y Argentina. Y había
materias como Educación Democrática e Instrucción Cívica. Todo lo cual se fue
dejando de lado en provecho de dudosas teorías dizque "modernas".
Entonces no existían las hoy llamadas Ciencias de la Educación, pero en las
Escuelas Normales de Maestros se enseñaba una pedagogía y una didáctica
magisterial aplicables a una nación que se educaba atendiendo complejidades
socioeconómicas e inmigratorias no muy diferentes de las de hoy, y no lo hacían
tan mal... Y yo me sigo preguntando si será casualidad que todos esos grandes
cambios se empezaron a imponer durante la dictadura."
"En estos meses, aparte
de la obvia creación literaria que signa mi vida, estoy preparando un libro que
probablemente se titulará "Qué leen los argentinos" (...) En este
libro todavía en barbecho sostengo que es ahora cuando la Argentina enfrentará
el desafío más grande y riesgoso de toda política de lectura: el de elevar el
nivel de las lecturas de la ciudadanía. Este es, no tengan dudas, el reto
mayor, el trabajo más arduo y complejo, que superará, si lo hacemos bien, todo
lo mucho y bueno que ya hicimos hasta ahora: conseguir que una nación
lectora lea, además y sobre todo, literatura de calidad."
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